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Envuelto en su manto de colores tristes, el Día, como un puritano, se yergue
Severo en los campos sin alegría, reprendiendo el color persistente,--
El agitado morir de las hojas y el frío azul de los ásteres,--
Oyendo, por casualidad, el graznido de un cuervo en la desolada copa de un árbol.