-
Tomamos, y debemos seguir tomando, medidas moralmente peligrosas para preservar nuestra civilización. Debemos ejercer nuestro poder. Pero no debemos creer que una nación es capaz de un perfecto desinterés en su ejercicio, ni volvernos complacientes con un determinado grado de interés y pasión que corrompe la justicia por la que se legitima el ejercicio del poder.