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La mayoría de nosotros nos sentimos, en cierto modo, como caballos de carreras mordiendo el anzuelo, presionando en la puerta, esperando y rezando para que alguien abra la puerta y nos deje salir corriendo. Sentimos tanta energía reprimida, tanto talento encerrado. Sabemos en nuestro corazón que hemos nacido para hacer grandes cosas, y sentimos un profundo temor a desperdiciar nuestras vidas. Pero la única persona que puede liberarnos somos nosotros mismos. La mayoría de nosotros lo sabemos. Nos damos cuenta de que la puerta cerrada es nuestro propio miedo.