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La rabia no es en absoluto una reacción automática ante la miseria y el sufrimiento como tales; nadie reacciona con rabia ante una enfermedad incurable o un terremoto o, para el caso, ante unas condiciones sociales que parecen inmutables. Sólo cuando hay motivos para sospechar que las condiciones podrían cambiarse y no lo hacen, surge la rabia.