-
Me senté mirando fijamente una estantería de mi cuarto de trabajo desde la que treinta y un libros idénticamente vestidos de pulcro cuero verde oscuro me devolvían la mirada con una especie de fría hostilidad como la de los niños resentidos con sus padres. No nos mires así! decían. No nos culpes si no somos la perfección que esperabas. No pedimos que nos trajeran al mundo.