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Durante siglos, los místicos del espíritu han existido gracias a un negocio de protección: haciendo insoportable la vida en la tierra, cobrándote luego por el consuelo y el alivio, prohibiendo todas las virtudes que hacen posible la existencia, montándose sobre los hombros de tu culpa, declarando pecados la producción y la alegría, y cobrando luego el chantaje de los pecadores.