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Cuando me permito sentir todos mis sentimientos en lugar de adormecerme ante ellos, se me pasan más rápido. Me he pasado toda la vida diciéndole a todo el mundo que estaba "bien, maldita sea". Pero cuando te rindes a los sentimientos [incómodos], hay regalos al otro lado: Permitirte sentir soledad te obliga a tender la mano. Permitirte enfadarte te da fuerza, energía y motivación.