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  • Una vez que te das cuenta de que el mundo es tu propia proyección, te liberas de él. No necesitas liberarte de un mundo que no existe, ¡excepto en tu propia imaginación! Sea como sea el cuadro, bonito o feo, tú lo estás pintando y no estás atado a él. Date cuenta de que nadie te lo impone, que se debe al hábito de tomar lo imaginario por real. Ve lo imaginario como imaginario y libérate del miedo.