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La grandeza más elevada, que sobrevive al tiempo y a la piedra, es la que procede del alma del hombre. Monarcas y gabinetes, generales y almirantes, con la pompa de la corte y las circunstancias de la guerra, con el paso del tiempo desaparecen de la vista; pero los pioneros de la verdad, aunque pobres y humildes, especialmente aquellos cuyo ejemplo eleva la naturaleza humana y enseña los derechos del hombre, para que "un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, no perezca de la tierra"; tales precursores nunca pueden ser olvidados, y su renombre se extiende junto con la causa a la que sirvieron tan bien.