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Una de las características del verdadero genio es la abundancia. Una abundancia rica, lo bastante para indigestar a la gente corriente. Los grandes artistas lo hacen en rollos, en retazos. Cubren techos enteros con pinturas, esculpen la ladera de una montaña en piedra, no escriben una novela sino una estantería llena. Por lo tanto, algunas de sus obras son mejores que otras. Hasta un tercio puede ser bastante malo. ¿Deberíamos decir que esta desigualdad es la marca de su humanidad, de su orgullosa mortalidad y de su inmortalidad?