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En casi todas las novelas de suspense se llega a un punto en el que alguien, normalmente desde una cabina telefónica, llama con una información vital que no puede divulgar por teléfono. Para cuando el héroe llega al lugar donde habían quedado, la persona que ha llamado está muerta o demasiado cerca de la muerte para contarlo. Nunca se explica la reticencia de la persona que llama a transmitir su mensaje.