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  • La repentina y violenta desposesión que acompaña a la huida de un refugiado es mucho más que la pérdida de un hogar permanente y de una ocupación tradicional, o que la despedida de amigos íntimos y lugares familiares. Es también la muerte de la persona en la que uno se ha convertido en un contexto determinado, y cada refugiado debe ser su propia comadrona en el doloroso proceso de renacimiento.