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Sin Virginia, como todos debemos reconocer, sin su Patrick Henry entre el pueblo, sin sus Lees y Jefferson en el foro y sin su Washington en el campo de batalla, no diré que la causa de la libertad y la independencia norteamericanas hubiera sido derrotada en última instancia; no, no, no hubo derrota final para esa causa en los decretos del Altísimo; pero debió haber sido retrasada, pospuesta, perpleja y, para muchos ojos y corazones, aparentemente sin esperanza.