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La guerra no prueba nada. Matar a un hombre no prueba que estaba equivocado. El derramamiento de sangre no puede cambiar los espíritus de los hombres, ni la maldad de sus pensamientos puede ser expulsada a golpes. Si voy a la casa de mi vecina y rompo sus muebles, destrozo sus cuadros y hago prisioneros a sus hijos, eso no prueba que yo sea más apto para vivir que ella; sin embargo, según la ética de las naciones, sí lo prueba. La he conquistado y debe pagarme por mi molestia; y su casa y todo lo que queda en ella pertenece a mis herederos y sucesores, para siempre. ¡Eso es la guerra!