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  • Es mucho más fácil conformarse con lo que ya hemos adquirido que cambiar ligeramente esos hábitos rutinarios pero profundos de pensamiento y sentimiento que gobiernan nuestra vida, y por los que vivimos tan felizmente. Esta inercia mental es, tal vez, nuestro mayor enemigo. Insidiosamente nos lleva a suponer que podemos renovar nuestra vida sin renovar nuestros hábitos.