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Consideremos cuán grande es la mercancía de doctrina que existe en los libros; con qué facilidad, con qué secreto, con qué seguridad ponen al descubierto la desnudez de la ignorancia humana sin avergonzarla. Estos son los maestros que nos instruyen sin varas ni férulas, sin palabras duras ni enojos, sin ropa ni dinero. Si te acercas a ellos, no están dormidos; si investigando los interrogas, no ocultan nada; si los equivocas, nunca refunfuñan; si eres ignorante, no pueden reírse de ti.