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Pero hubo años en que, en busca de lo que yo creía mejor, de cosas más nobles, renegué de éstas, de mi pueblo y de mi familia. Olvidé las canciones que cantaban -y la mayoría de esas canciones ya están muertas-; borré su dialecto de mi lengua; me avergoncé de ellos y de sus formas de vida. Pero ahora... sí, los quiero; son parte de mi sangre; ellos, con todas sus virtudes y sus defectos, desempeñaron un gran papel en la formación de mi forma de ver la vida.