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  • Aunque la soberanía de Dios es universal y absoluta, no es la soberanía de un poder ciego. Va unida a una sabiduría, santidad y amor infinitos. Y esta doctrina, cuando se entiende correctamente, es de lo más reconfortante y tranquilizadora. ¿Quién no preferiría tener sus asuntos en manos de un Dios de infinito poder, sabiduría, santidad y amor, antes que dejarlos en manos del destino, o del azar, o de la irrevocable ley natural, o de un yo miope y pervertido? Los que rechazan la soberanía de Dios deberían considerar qué alternativas les quedan.

    Loraine Boettner (2017). “The Reformed Doctrine of Predestination [Fifth Edition]”, p.44, Pickle Partners Publishing