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De este modo, acabamos pasando (como decía Thoreau) "la mejor parte de la vida ganando dinero para disfrutar de una libertad cuestionable durante la parte menos valiosa de ella". Nos encantaría dejarlo todo y explorar el mundo exterior, nos decimos, pero nunca parece el momento adecuado. Así que, ante una cantidad ilimitada de opciones, no tomamos ninguna. Al instalarnos en nuestras vidas, nos obsesionamos tanto con aferrarnos a nuestras certezas domésticas que olvidamos por qué las deseábamos en primer lugar.