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En Occidente no nos abstenemos de dar a luz porque nos preocupe la explosión demográfica o porque pensemos que no podemos permitirnos tener hijos, sino porque no nos gustan los niños.
En Occidente no nos abstenemos de dar a luz porque nos preocupe la explosión demográfica o porque pensemos que no podemos permitirnos tener hijos, sino porque no nos gustan los niños.