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Muchos libros pertenecen al sol y deberían leerse al aire libre. El trébol, las violetas y las rosas de los setos respiran en sus hojas; son muy agradables en las frescas callejuelas, a lo largo de los senderos del campo, o en los obstáculos rodeados de espinos, mientras el mirlo gorjea y el ruiseñor baña sus plumas pardas en el bosquecillo crepuscular.