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¡Ah, el camello de El Cairo! ... Atravesaba tranquila y cómodamente las callejuelas más estrechas y las multitudes más densas por la mera fuerza de su personalidad. Era el ser vivo más impresionante que vimos en Egipto, sin exceptuar a dos Pashas y un Bey. Estaba comprometido con grandes filosofías, uno podía verlo.