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Para el anarca, poco cambia cuando se despoja de un uniforme que llevaba en parte como abigarramiento de tonto, en parte como camuflaje. Cubre su libertad espiritual, que objetivará durante esas transiciones. Esto le distingue del anarquista, que, objetivamente no libre, empieza a rabiar hasta que se le pone una camisa de fuerza más rigurosa.