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  • He de considerar las muchas ventajas que se derivan del uso frecuente de juramentos, maldiciones e imprecaciones. En primer lugar, este hábito gentil es una ayuda maravillosa para el discurso, ya que suple la falta de sentido común, aprendizaje y elocuencia. Los analfabetos y estúpidos, con la ayuda de los juramentos, se convierten en oradores; y aquel, cuyo miserable intelecto no le permitiría pronunciar una frase coherente, mediante esta fácil práctica, excita la risa y fija la atención de un círculo brillante y alegre.