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El dolor intensifica todos los sentidos. Más poderoso que cualquier droga, intensifica los colores, los sonidos, la vista, los sentimientos. El dolor es como un muro de cristal. Es imposible escalarlo, pero hay que hacerlo y, de algún modo, se consigue. Entonces se produce una explosión de brillo y el mundo se hace más evidente en su complejidad y belleza.