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  • La ficción de misterio es, después de todo, un sustituto de los tranquilizantes, la bebida fuerte y las malas, aunque divertidas, compañías. Uno se mete en la cama... en el tren... en la silla de la habitación del enfermo... y de repente se ve transportado a un lugar donde la luz lucha contra la oscuridad y gana. Cuando la historia termina, uno se queda sin resaca, sin remordimientos. ¿Puede algún otro opiáceo hacer esa afirmación?