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  • ¡Qué dominante es el apetito, qué envolvente la experiencia inmediata! Incluso los más filosóficos capitulan, en última instancia, ante el sentido más estrecho de la necesidad personal. El tiempo político avanza a paso de tortuga porque sólo con una dificultad casi insuperable arraiga el malestar moral en lo mejor de las personas, forzando un imperativo a partir de una queja; tan visceralmente repugnante es para una masa crítica encontrar insoportable el sistema imperante, y mucho menos prepararse para levantarse en armas contra él.