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  • El primero de mayo, con mis compañeros de la clase de catecismo, deposité lilas, manzanilla y rosas ante el altar de la Virgen, y volví lleno de orgullo a mostrar mi ramillete bendito. Mi madre soltó su risa irreverente y, mirando mi ramo de flores, que traía el chinche de mayo al salón, justo debajo de la lámpara, dijo: ¿Crees que no estaba ya bendecido antes?