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Una ofensa muy pequeña puede ser causa justa de gran resentimiento: a menudo es mucho menos el caso particular lo que nos resulta odioso que la prueba que lleva consigo del tenor general y la disposición de la mente de la que surgió.
Una ofensa muy pequeña puede ser causa justa de gran resentimiento: a menudo es mucho menos el caso particular lo que nos resulta odioso que la prueba que lleva consigo del tenor general y la disposición de la mente de la que surgió.