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Me sentía permanentemente exiliado de la "normalidad". Ya sea impuesta por uno mismo o por la sociedad, esta condición de marginado -y no la discapacidad en sí- constituye la barrera más desalentadora para la mayoría de las personas con deficiencias físicas, porque, incluso más que los tramos de escaleras o los ascensores sin braille, les impide participar plenamente en el mundo ordinario, donde residen la mayoría de las satisfacciones de la vida.