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Para los tejanos, los coches no son meros medios de transporte o posesiones materiales; son una especie de tesoro estatal. Compartimos un apego especial, casi religioso, al automóvil, arraigado, supongo, en nuestra relación mitológica con el caballo, nuestros fundamentos económicos en la industria petrolera y el hecho ineludible de que para llegar a cualquier parte en este estado hay que cubrir mucho terreno.