-
Mi abuela tenía una imagen de sí misma como una persona callada, reservada, sin curiosidad, que nunca hacía preguntas personales. En realidad, por supuesto, era una mujer habladora, jovial, interminablemente curiosa, a la que le encantaba la gente y que disfrutaba de los detalles personales de sus vidas casi tanto como ellos mismos.