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Los hombres persiguen las riquezas con la idea de que su posesión les hará sentirse a gusto y por encima del mundo. Pero la ley de la asociación a menudo hace que los que empiezan amando el oro como a un siervo terminen convirtiéndose ellos mismos en sus esclavos; y la independencia sin riqueza es al menos tan común como la riqueza sin independencia.