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Me hace gracia cuando los santurrones proclaman, desde la seguridad de sus sillones, que los niños están libres de prejuicios por naturaleza, que sólo aprenden a "odiar" escuchando a los adultos intolerantes. Tonterías. La tolerancia es un rasgo aprendido, como montar en bicicleta o tocar el piano. Los que vivimos entre niños, los que los vemos en su entorno natural, sabemos la verdad: si se les deja a su aire, los niños atacarán y maltratarán a cualquiera que sea ligeramente diferente de la norma.