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La fría mano de la historia, que nos está robando para siempre algunas de nuestras historias más antiguas y queridas, señala rígidamente el hecho de que ninguna persona como el Rey Arturo presidió jamás una Mesa Redonda. Sea como fuere, el romanticismo sigue abrazando a sus héroes como posesiones que no debe dejar morir de buena gana.