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Hay dos propensiones muy naturales que podemos distinguir en las disposiciones más virtuosas y liberales: el amor al placer y el amor a la acción. Si el primero es refinado por el arte y el aprendizaje, mejorado por los encantos de las relaciones sociales, y corregido por una justa consideración a la economía, a la salud y a la reputación, es productivo de la mayor parte de la felicidad de la vida privada.