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  • De los casos en que un hombre es veraz tanto en el habla como en la conducta cuando no intervienen consideraciones de honestidad, por una habitual sinceridad de disposición. Tal sinceridad puede considerarse una excelencia moral; porque el amante de la verdad, que es veraz incluso cuando nada depende de ello, a fortiori será veraz cuando algún interés esté en juego, ya que habiendo evitado todo el tiempo la falsedad por sí misma, la evitará con seguridad cuando sea moralmente vil; y ésta es una disposición que alabamos.