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Al fin y al cabo, tu corazón -como tú lo llamas- y el suyo se parecen: son como el mío, como el de todo el mundo. No se parecen en nada a esos contadores que hay en las tuberías de gas: sólo se activan y empiezan a bombear cuando echas monedas.
Al fin y al cabo, tu corazón -como tú lo llamas- y el suyo se parecen: son como el mío, como el de todo el mundo. No se parecen en nada a esos contadores que hay en las tuberías de gas: sólo se activan y empiezan a bombear cuando echas monedas.