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En el mejor de los casos, los estadounidenses prestan una atención limitada a la historia. Suceden demasiadas cosas con demasiada rapidez, y antes de que podamos evaluarlas, o agotar su significado o placer, hay algo nuevo que nos preocupa. Nuestro ritmo es el de la película, no el de la cámara fija, y malgastamos la experiencia como malgastamos el bosque.