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  • Hay muchas cosas dignas de ser contadas que no son del todo narrativas. Y la eternidad misma no tiene principio, medio ni fin. Fósiles, puntas de flecha, ruinas de castillos, cruces vacías: desde el Partenón hasta el Árbol Bo, pasando por el viejo oso de peluche de un hombre o una mujer adultos, lo que nos conmueve de muchos objetos no es lo que permanece, sino lo que ha desaparecido. Llega un momento, gracias a los ríos, en que unos hermosos dientes viejos son todo lo que queda de las agujas de vida de doscientos metros que llamamos árboles. Llega un río, cuya corriente es el tiempo, que hace una escultura similar en la mente.