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De nuevo, nuestros problemas matrimoniales no son realmente problemas matrimoniales. Son problemas del corazón. Son problemas de Dios. Nuestra falta de intimidad con Dios causa un vacío que tratamos de llenar con los sustitutos más frágiles. Como la riqueza o el placer. Como la fama o el respeto. Como la gente. Como el matrimonio.