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Que pueda leer y ser feliz mientras leo, es una gran bendición. Si hubiera podido recordar, como hacen algunos hombres, lo que leo, habría podido llamarme un hombre culto. Pero nunca he poseído ese poder. Siempre queda algo, algo borroso e inexacto, pero suficiente para conservar el gusto por más. Me inclino a pensar que es así con la mayoría de los lectores.