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Un matrimonio es como una casa en constante construcción, en la que cada año se construyen nuevas habitaciones. Un matrimonio de primer año era una casita de campo; uno de veintisiete años era una enorme mansión. Seguro que había rincones y almacenes, la mayoría polvorientos y abandonados, algunos con reliquias desagradables que preferirías no haber encontrado. Pero no era para tanto. O las tirabas o las llevabas a la beneficencia.