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No había nada natural en el laissez-faire; los mercados libres nunca podrían haber surgido simplemente dejando que las cosas siguieran su curso. Al igual que las manufacturas de algodón se crearon con la ayuda de aranceles protectores, primas a la exportación y subvenciones salariales indirectas, el laissez-faire fue impuesto por el Estado.