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  • La persona que ama su vida la perderá: no podría ser de otro modo, porque amar la propia vida es una negación fundamental de la soberanía de Dios, de los derechos de Dios, y una elevación descarada del yo al apogeo de la propia percepción, y por lo tanto una concentración idolátrica en el yo, que es el corazón de todo pecado...".