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Supongo que debe de haber idiotas que sueñan con firmar contratos con editoriales con la plena intención de beber martinis en bares de moda o pasear en monopatín. Pero los escritores de verdad que conozco son expertos en autotortura neurótica. Cada página escrita es el resultado de mil decisiones minúsculas y actos desesperados de voluntad.