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Pero se contaron muchas, muchas historias; por lo que se pudo deducir, los cincuenta habitantes de la mina habían reaccionado entre sí, de dos en dos, como en el análisis combinatorio, es decir, todos con todos los demás, y especialmente todos los hombres con todas las mujeres, solteronas o casadas, y todas las mujeres con todos los hombres. Me bastaba con elegir dos nombres al azar, mejor si eran de distinto sexo, y preguntar a una tercera persona: "¿Qué pasó con esos dos?" Y he aquí que se me desplegaba una espléndida historia, puesto que todos conocían la historia de todos los demás.