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No siempre poseemos fe en el sentido de tener una encarnación clara de algo a lo que aferrarnos. La relación entre el intelecto y la fe es muy curiosa. A veces, el intelecto puede indicarnos el camino de la fe, a veces el intelecto puede interponerse en el camino de la fe. A veces, como señala San Juan de la Cruz, tenemos que oscurecer o cegar el intelecto para tener fe.