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Valoro en la gata el espíritu independiente y casi ingrato que le impide apegarse a nadie, la indiferencia con que pasa del salón a la azotea. Cuando la acariciamos, se estira y arquea el lomo en respuesta; pero esto es porque siente una sensación agradable, no porque tenga una tonta satisfacción, como el perro, en amar fielmente a un amo ingrato. El gato vive solo, no tiene necesidad de sociedad, obedece sólo cuando le place, finge dormir para ver mejor y araña todo lo que pisa.