-
Nada crece entre sus pináculos; no hay sombra salvo bajo grandes setas de arenisca cuyas bases han sido carcomidas por el viento hasta darles forma de copas de vino. Todo se desconcha, se agrieta, se desintegra, se desgasta en la larga e imperceptible intemperie del tiempo. La ceniza de antiguos estallidos volcánicos aún esteriliza su suelo, y sus colores en ese desperdicio son los colores que flamean en los atardeceres solitarios de planetas muertos.